miércoles, 10 de julio de 2013

Feria de San Fermín. Tercera de feria.

UNA ESTOCADA, UNA OREJA. 


Seis toros de Valdefresno hondos y de grandes encornaduras. Mansos apretando hacia los adentros. Nobles y sosos en la muleta. 

Alberto Aguilar; Silencio en ambos.
David Mora; Silencio y oreja.
Rubén Pinar; Silencio en ambos. 

Lleno. 


El cambio de ganadería en la tercera de los sanfermines resultó un fiasco absoluto. Cebada Gago, triunfadora de muchas ediciones sanfermineras no pasó el corte veterinario por falta de peso y fue sustituida por una de Valdefresno, honda y con muchos pitones,  curiosamente rechazada en Madrid para la corrida de Beneficencia. Como cabía esperar por los antecedentes de esta ganadería, resultó un completo fiasco, una mansada infumable. Es curioso y para destacar, cómo toros de un mismo encaste y procedencia pueden resultar tan distintos en la plaza atendiendo a las manos del ganadero que los selecciona y los cría: La comparación entre los atanasios de Dolores Aguirre del día anterior y los de Valdefresno resulta dolorosa para los ganaderos salmantinos. 

Una oreja ha podido cortar David Mora en el quinto toro de la tarde, el que llegó con más alma y ganas de embestir a la muleta y que propició tres tandas de buenos muletazos, eso si, muy despegados y hacia afuera coronados con molinetes y una estocada entera y atravesada jaleada por el público como la quintaesencia del arte de matar. Oreja de poco peso. En el segundo, de nulo juego y tremenda sosería Mora estuvo delante con buena predisposición pero sin poder llegar al tendido. 

Distinto rasero para con los otros dos toreros participantes pues ambos también mostraron  ganas y oficio ante los bueyes de Valdefresno pero no contaron con una espada contundente que les acercara, ni de lejos a la atención del público. Quedó demostrado que Alberto Aguilar es torero que necesita de toros encastados que se muevan mucho, para bien o para mal. Torero sincero, no sabe aliviarse y es fiel en todo momento a su concepto clásico del toreo. Ante toros parados y desrazados como los de ayer, en los que el toreo efectista es el que te puede hacer llegar a los tendidos, Alberto no tenía nada que hacer. Además naufragó con la espada dando un sainete. El primero le busco las zapatillas revolvíendose rápido y el trasteo llegó a tener cierto interés por lo imprevisible del astado. 

Otro tanto le paso a Rubén Pinar. Un torero que trata de ser puro en su tauromaquia, pero que sus trasteos demasiado rectilíneos, templados y con la "pata" retrasada, ante toros tan sosos y parados carecen de emoción alguna. Pese a su profesionalidad y dominio de los toros pasó desapercibido para el público pamplonés dado a pensar que si el toro no embiste, lo tiene que hacer el torero. 

Visto lo visto y conociendo los antecedentes, sabíamos que nos la íbamos a pegar en la tercera de feria y que aún con cien kilos menos,  nos quedamos con el picante de los Cebada...

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