jueves, 11 de julio de 2013

Feria de San Fermín. Cuarta de feria.


LA FIESTA SIN PÓLVORA.


Cinco toros de Victoriano del Rio. Bien presentados por delante pero con diversos remates. Algunos más escurridos de atrás. Cuarto y quinto muy serios. El primero encastado y con complicaciones. El tercero manso con mucha movilidad. El resto descastados, nobles y muy a menos. Y uno de toros de Cortés, basto de hechuras cumplió en el caballo siendo muy soso en la muleta. 

Morante de la Puebla; Bronca y Pitos.
El Juli; Silencio en ambos.
Talavante; Ovación y silencio.

Lleno en tarde de mucho calor.

No hubo cohetes en la esperada corrida grande de los sanfermines 2013.
La máxima no escrita en este mundo de los toros de que "tarde de expectación" tarde de decepción, aunque un tópico parece ser muy cierta a tenor de lo visto durante tantas y tantas tardes de toros. Y la de ayer era una de esas. Tres de las máximas figuras de la tauromaquia española frente a su ganadería predilecta. Todo a punto para el triunfo y el disfrute, pero esto es Pamplona, y la ganadería favorita se presenta con toros con cuajo y muchos pitones, fuera de lo que comunmente torean en esas plazas de dios y el toreo preciosista pasa al fondo del cajón del recuerdo y aparece el toreo de precauciones y el "pase usted sin problemas que yo me quito". 

No es que la corrida de Victoriano del Rio fuera una maravilla de la casta que no lo fue en absoluto, pero si hubo dos toros claros para lidiar, domeñar sus embestidas y apostar por el triunfo. Ninguno de sus matadores lo hizo. Me refiero a los toros primero y tercero, con diferentes cualidades pero con el denominador común del interés para el aficionado. El resto fue un compendio de mansedumbre y sosería, resultado lógico cuando a los toros de determinadas ganaderías se los saca de tipo como modo de lidiar en plazas de primera categoría. 

El primero fue un toro aleonado con mucho por delante y muy  poco por detrás pero que saco  casta y genio rayando en la fiereza. Apretó en la primera vara repuchándose en la segundo y puso en serios problemas al "Lili" con un galope infernal en banderillas. Muchas teclas que tocar y como cabía esperar ante semejante compendio de dificultades, su pianista no quiso ponerse al piano. Pases por alto y macheteos por las orejas fue todo lo que un asustado e incapaz Morante de la Puebla pudo hacer con el morlaco que como dirían hoy sus partidarios era "un toro a contraestilo". Un pinchazo huyendo y una estocada a la caza acabaron con el interesante y difícil toro y un broncazo rugió desde los tendidos. 

El Juli recibió con chicuelinas y una bonita larga al segundo, un toro astifino pero estrecho de carnes que apenas fue picado. Llegó muy noble a la muleta pero con medias embestidas, sin terminar de romper por el derecho y muy corto y rebrincado por el derecho. La poderosa muleta del Juli nada pudo hacer ante tan soso y rajado animal. Voluntarioso se desplantó el de Velilla y se pego el arrimón sin éxito. El quinto fue el mas serio de la corrida con casi 600 kilos que empujó con fijeza en el caballo. Lo banderilleó bien Miguel Martín y el Juli le buscó las vueltas por los dos pitones a la nobleza cargada de sosería sin fin. Mató muy mal pinchando varias veces y su primera tarde en estos sanfermines quedó en un respetuoso silencio. 

El tercero fue el otro toro potable de la corrida. Un mansito de esos que embisten, corren y corren, sin fijeza ninguna eso si, pero que en una plaza como la de Pamplona si se sabe suministrar puede ser toro de orejas. Talavante lo picó poco favoreciendo así aun más las alocadas embestidas. Y comenzó con la muleta al revés, pues en lugar de pararlo y someterlo por bajo, le endosó cuatro estatuarios por alto, lo contrario de lo que necesitaba el bicho. Luego se perdió en un sin fin de muletazos enganchados por ambos pitones, donde el toro pasaba en su loca movilidad sin ser sometido en ningún momento por el torero. De pinchazo y entera caída con el toro huyendo hacia tablas lo despachó valiéndole una generosa ovación, de esas que se dan en Pamplona por una estocada entera, caiga donde caiga. 

En el sexto de Toros de Cortés,  que denotaba sus bastas hechuras de toro Lisardo, Talavante nada pudo hacer ante la descastada embestida. El toro lo dejó todo en el caballo donde apretó y cumplió con creces. La faena de muleta se perdió en la sosería y la más absoluta intrascendencia.

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